Los meses de invierno son los más adecuados para el consumo de pomelo, una fruta que -aunque a día de hoy podamos encontrarlos durante toda la época del año- alcanzan en esta época su máximo esplendor.
El pomelo es uno de los cítricos menos conocidos. Su consumo es notablemente inferior al de la naranja, la mandarina o el limón, pero son enormes los beneficios que puede producir en el organismo. Su sabor, muy diferente al del resto de los cítricos más comunes, siempre resulta sorprendente y, debido a su tamaño, es una fruta que cunde mucho tanto para los postres como para los zumos.
En primer lugar, hay que indicar que el consumo de pomelos protege uno de nuestros órganos vitales, el corazón. Comiendo únicamente uno al día se reducen los niveles del conocido como colesterol "malo" en un 15% y los triglicéridos en un 27%. A este respecto hay que señalar que cuanto más rojo es el pomelo, mayores son sus beneficios, ya que esa tonalidad indica una mayor presencia de antioxidantes.
A su vez, hay que destacar que, como todos los cítricos, son muy ricos en vitamina C. Aunque no es cierto que esta vitamina evite por sí sola el resfriado o la gripe, sí es cierto que esta vitamina disminuye los síntomas de estas dolencias y ayuda a que la persona enferma se cure con mayor rapidez.
Otro efecto positivo del pomelo es que ayuda a adelgazar. Sus compuestos aumentan el metabolismo, acelerando la quema de grasa y estabilizando el azúcar en sangre, así como los niveles de insulina. Los efectos en el organismo provocan que la persona se sienta con mayor energía y menos hambre entre comidas, además de ser un alimento natural, nutritivo y que aporta pocas calorías.
El pomelo también es un alimento idóneo para mantener una piel rejuvenecida. La rica cantidad de vitamina C que contiene hace que nuestra piel se mantenga firme, tersa y suave ya que estimula la producción de colágeno. Un pomelo al día es suficiente para notar estos efectos en la piel.